Los ejercicios espirituales fuente de la espiritualidad ignaciana



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Los ejercicios espirituales fuente de la espiritualidad ignaciana

Enrique Ponce de León Garciadiego, s.j.

El peregrino se dirigió a Francia solo y a pie en 1528, allí siguió sus estudios en la Sorbona de París. En 1534 funda la Compañía de Jesús, él y sus primeros compañeros hacen votos en Montmartre en París. Hasta 1540 es aprobada la Compañía de Jesús por el Papa. Una orden religiosa sin hábito, sin lecturas obligadas de rezos como el oficio y más bien medio locos esos jesuitas, estoy hablando de 1540, no estoy hablando de hoy. Sin embargo, el Papa la aprueba.

En sus siguientes años el bueno de Ignacio se dedicó a organizar la Compañía naciente. No quería ser General de la Orden, pero sus compañeros le insisten y ocupa el cargo hasta que muere en Roma el 31 de Julio de 1556.

¿Quién es Ignacio? Un gran aventurero que soñaba realizar grandes empresas, ésta es una de las grandes características que van forjando la personalidad de Ignacio; soñaba, buscaba, creía que el mundo podría ser mejor.

Cómo este Ignacio hace que nuestros corazones vibren, quizá estamos viviendo en una cultura muy mediocre, muy light, como quizá con esa frase muy mexicana que solemos repetir "¿cómo estas? Pues ahí la voy pasando, más o menos, la voy llevando".

Ignacio rechazó esto, no soportaba la mediocridad en ningún campo, quería ser algo grande, ¿cómo encontrarlo? ¿a quién encontrar?. Buscaba, es cierto. En su juventud fue asiduo lector de libros de caballería, como cortesano Ignacio asimiló la mentalidad de los mejores y peores valores reflejados en esos libros.

Como militar Ignacio fue buen compañero y amigo. Hombre de carácter noble y audaz. Tuvo la capacidad de enseñar y de realizar tareas aparentemente imposibles, para él la palabra imposible no existía, peregrino no solamente para viajar a Tierra Santa, sino por sobre todo peregrino del espíritu.

Ignacio era otra persona cuando regresó de Jerusalén, fue entregándose paulatinamente en un proceso muy doloroso al Señor Jesús. Poco a poco hizo lo más audaz de su vida, confiar en Dios, porque para confiar en Dios se necesita mucha audacia, aunque era un soñador era también una persona con tendencia a la ansiedad y a los escrúpulos y decidió entregarse definitivamente al Señor.

Ignacio no fue un teórico, vive, observa, siente, sintetiza, él vive la vida como una pasión para comprometerse con algo, con alguien. Fue un gran místico, un hombre de oración de ahí su experiencia honda de oración. Fue tratando de forjar la espiritualidad y todavía sigue flotando la pregunta ¿qué es espiritualidad?, ¿es ir en contra del mundo, rechazar la materia, la animalidad o es vivir en plenitud?. Quizá, la frase que más me impacta de Jesús de Nazaret es esta: "He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" e Ignacio de Loyola entendió la espiritualidad como vida, vida en plenitud.

Su experiencia desemboca en un apasionamiento por la persona de Jesús, él no se convirtió a la luz de las ideas, sino a la luz de una mirada con la que se encontró, con la mirada de Jesús Resucitado. Ignacio se sintió particularmente llamado a reproducir los grandes rasgos del Señor Jesús, a seguirlo definitivamente.

Ignacio es un hombre de acción y por lo tanto de búsqueda, pero esta búsqueda fue también en ocasiones con errores, de ahí que también en esas notas que torpemente escribía fue cayendo en la cuenta que también se podía engañar, más aún que creyendo que estaba cumpliendo la voluntad de Dios con frecuencia se engañaba. Y de ahí que entonces entre verdades y mentiras fue creando todo un proceso de discernimiento en las palabras de búsqueda de la verdad. Y repito otra frase de Jesús de Nazaret: "Sólo la verdad, hace libres" e Ignacio buscaba mucho la libertad.

Se trató de un aprendizaje tan largo como su propia vida. Ignacio encontraría la Verdad el 31 de julio de 1556, cuando la Luz lo encontró a él definitivamente.


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Posted on

February 16, 2015